FEDERICO DURAND
“El éxtasis de las flores pequeñas”
OWN, 2011.
MÚSICA DE LA NATURALEZA La tecnología ha descubierto una visión del mundo desconocida. Hay cámaras que pueden grabar a un tigre cazar en la oscuridad o fotografiar la radiación que dejó una estrella al desaparecer. Sin embargo, basta con salir al monte, esperar a que empiece a atardecer y cerrar los ojos para dejar que el bullicio de los insectos y la luz entre las hojas de los árboles revelen una vida que casi siempre permanece oculta. Federico Durand ha atrapado ese mundo secreto del bosque que parece latir dentro de “El éxtasis de las flores pequeñas” con una grabadora, pero de nada le hubiera servido si no sintiera el amor que tiene por cada instante de sonido recogido en la montaña y la sensibilidad con que lo arropa en su música. Las grabaciones de campo tienen un efecto hipnótico, casi mágico, sobre los acordes de guitarra y piano que hay enterrados en este disco, como si enredaran las notas, haciéndolas girar, encendiendo colores nuevos en la música. Basta con caminar entre estas piezas, encontrar el lugar donde sentarse y cerrar los ojos para poder verlos.
Si “La siesta del ciprés” (2010) recogía una música evanescente, ingenua, de contornos desdibujados, “El éxtasis de las flores pequeñas” se sirve de un sonido más nítido, iluminado por Taylor Deupree, que lo ha masterizado. Los teclados ceden espacio a la guitarra y el piano en casi todos los cortes y Durand tiende cada acorde, dejando respirar a los demás, llenando el sonido de vetas, grietas y huecos en los que también resuenan restos de música. Cae una tormenta sobre el piano que abre el disco en “El pequeño huésped sigue dormido” y las cigarras y las hormigas mordisquean las guitarras de “Los niños escriben poemas en tiras de papel rojo”: es como si todo sucediera justo cuando lo escuchas, como si él lo estuviese grabando en ese mismo momento. Para cuando las guitarras con las que “Kim” cierra el álbum se apagan sabes que este es uno de los discos más bonitos que escucharás en mucho tiempo. Tendrás que volver a ponerlo una y otra vez porque su sonido no se puede retener, es como tratar de recordar una puesta de sol. Los tonos, la luz, su intensidad, se pierden en la memoria; el cerebro no puede reproducirlos.
Juan Monge
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Muchas gracias Juan Monge por tus bellas y sensibles palabras!